Se los entrego para que sea parte de su equipaje de fin de año…
MI OTRA CASA…
Mis pasos retumbaron en la noche
y mi sombra fue una más de las mil sombras
mezcladas en el piso de la calle,
esa calle tan triste, tan sola, tan nada.
Por fin llegué a la casa señalada
y mis zapatos lastimaron el silencio.
El ruido viejo de la vieja vida
me caminó muy hondo por los huesos.
Una alfombra verdosa me miró muy triste
y con húmedo acento me gimió al oído:
por aquí pasó corriendo la vida
y la muerte la siguió presurosa,
sigilosa la alcanzó.
Mis zapatos caminaron con mis ojos
y se detuvieron en las sillas, en la mesa,
las tazas y cucharas en el comedor.
El ruido viejo de la vieja vida
me caminó muy hondo por los huesos.
Aquí se sentó la vida –comentó la silla-
aquí bebió la vida, aquí comió,
aquí platicó y caminó
gritaron la mesa, la taza y la cuchara
y los trastos de polvo en la cocina.
Aquí se acostaron los recuerdos y los sueños
me gritó una vieja cama en su cuarto viejo;
aquí se acostaron la vida… y la muerte…
y la muerte se acostó con ella…
se levantó la vida y no regresa.
La vieja cama en su cuarto viejo
me miró con tristeza de almohada
y me preguntó:
¿Acaso no viene contigo?
El ruido viejo de la vieja vida
me caminó muy hondo por los huesos.
Me desesperé, corrí del cuarto
pero mis zapatos y mis ojos
se fueron a platicar con la ventana:
por aquí se asomó al mundo –les dijo-
en mí reclinó su frente,
por mí suspiró sus quimeras
y un día pasó la rueda del tiempo
y se fueron cogidos de la mano.
El ruido viejo de la vieja vida
me caminó muy hondo por los huesos.
Me rodearon los trastos de la casa,
la mesa, las sillas y la cama,
los recuerdos y los sueños,
los pasos del silencio
en el vientre de la alfombra,
telarañas y polvos de los vidrios.
¿Acaso no vienes a quedarte?
¿No vienes a levantar la muerte?
¿No te devolvió la rueda del tiempo?
¿No vienes a revivir la vida?
me gritaron con espantosa desesperación.
Recogí mis zapatos y mis ojos
y salí corriendo por el patio.
Hasta allá escuché sus gritos y sollozos.
Traspasé el muro del silencio
y volví a la calle de la vida.
Recordé entonces
que el fin de año melancólico
nos invita a casas desoladas
que todos llevamos por dentro…
a casas de recuerdos y tristezas
que llevamos un poco o un mucho
en la casa de la vida.
¡Y el ruido viejo de la vieja vida
me caminó muy hondo por los huesos!
Alea Jacta Est.- 20-12-2020