Todos hemos visto las escenas apocalípticas provocadas por los destrozos dejados por el huracán Otis, categoría 5, que golpeó con toda su fuerza al puerto de Acapulco, y otras decenas de municipios de ese estado.
Caos total, destrucción de hoteles y viviendas, hundimiento de incontables embarcaciones, caída de postes de electricidad dejando la ciudad entera en tinieblas y para colmo de males, el saqueo y la rapiña de cuanto establecimiento comercial estuviera a la mano de las hordas de saqueadores. Desde las grandes cadenas de supermercados hasta la más humilde y modesta miscelánea o farmacia de barrio. Incluso los vecinos alarmados denunciaban actos de vandalismo contra casa habitación.
Todo ante la ausencia de las fuerzas del orden.
Otis arrasó con bienes materiales y de paso cobró la vida de decenas de personas en un numero indeterminado aún, hasta hoy, nadie sabe la cifra aproximada, menos exacta, de muertos. Algunos desestiman las cifras oficiales y denuncian que son muchos más.
Pero el meteoro se llevó también la imagen de los gobiernos, municipal, estatal y federal, dejando al desnudo a las autoridades de los tres niveles de gobierno quienes antes, durante y después del fenómeno meteorológico, se han visto totalmente rebasadas por los trágicos acontecimientos.
La población de Acapulco y el resto de los municipios afectados fueron abandonados a su suerte. Las heridas causadas a esa sociedad tardarán años en sanar.
Los próximos meses, se antojan excepcionalmente difíciles sobre todo para quienes viven al día. Sin trabajo, vivienda, ni servicios básicos, miles han emprendido el éxodo hacia otras entidades del país.
La dulce Navidad que les promete el habitante de Palacio Nacional, pocos la creen.
Lo que vimos en Acapulco, los cabeños lo padecimos cuando nos impactó el huracán Odile, en septiembre del 2014.
Primero los daños causados por los fuertes vientos y el agua y después la rapiña y los saqueos de comercios de todo tipo. Anarquía absoluta y la ausencia de autoridad.
Pero a diferencia de Acapulco, en Los Cabos, la sociedad civil organizada dio enormes muestras de organización, disciplina y solidaridad, y de la mano del gobierno federal de entonces, puso en breve tiempo en marcha a este destino turístico.
Estamos entrando a la era de los super huracanes. Estos gigantescos monstruos climáticos están evolucionando al grado de ser considerados por los expertos como huracanes categoría 6.
El huracán Yolanda en noviembre del 2013 azotó a Las Filipinas, causando la muerte de mas de 6300 personas, con vientos de 335 km/h. Pero el huracán Patricia en nuestro país, superó al Yolanda, alcanzando vientos de 345 km/h. y rachas hasta de 400 km/h impactando la Sierra Madre Occidental, en octubre del 2015. Por fortuna, la zona donde se estrelló estaba muy poco poblada.
No quiero sonar apocalíptico, pero es solo cuestión de tiempo para que un huracán de estas dimensiones impacte a Los Cabos. Vivimos en el corredor de los huracanes, así que tarde o temprano nos tendremos que ver las caras con uno de estos asesinos.
¿Estamos preparados en Los Cabos para hacerle frente a una situación de esta magnitud?
El año que viene llegará nuevamente de mayo a noviembre la temporada de huracanes.
Tenemos tiempo para evitar un desastre mayúsculo en esta ciudad, si desde ya nos comenzamos a preparar.
Si hay mounstruos climaticos, peor no ahy un plan nacional de emergencias, nada..el plan DM3 del ejercito, es mandar a los indios verdes con botellitas de agua y latitas caducas…tenemos confortablemete instalado en palacio a un indio de aTbajco