Hilary, nos salvamos… por ahora

Hasta donde yo sé, Los Cabos nunca ha sido afectado directamente por un huracán categoría 4 o 5. Hemos sufrido el impacto directo de otros meteoros, entre ellos Juliette, 2001, categoría 2, el devastador Odile, 2014, categoría 3, y la sorpresiva tormenta tropical Lidia, 2017, por mencionar solo algunos. Pero ninguno del tamaño de Hilary, categoría 4, que nos pasó rozando.

En un escenario catastrófico, (nada descabellado pues la temporada de huracanes está por entrar en su fase más aguda que es el mes de septiembre) en el que un huracán de categoría 4 o 5 azote Los Cabos, teniendo una ciudad como la nuestra que carece de un sistema de drenaje pluvial adecuado y enfrenta serios problemas de diseño urbano se desencadenaría una situación crítica con consecuencias devastadoras. La insuficiente preparación para un evento climático de esta magnitud, combinada con la densidad poblacional y la ubicación geográfica vulnerable, agravaría las implicaciones del desastre.

La llegada de un huracán de dimensiones monstruosas generaría vientos huracanados extremadamente fuertes y lluvias torrenciales. Las calles se inundarían rápidamente y se desbordarían, creando corrientes de agua que arrastrarían todo a su paso. Al no contar con un diseño urbano que tome en cuenta esta situación empeoraría la crisis.

Los inmuebles construidos en lugares inapropiados y la alteración arbitraria de escurrimientos pluviales intensificarían el impacto. Muchos edificios podrían resultar dañados o destruidos por las inundaciones y los vientos, dejando a las personas sin hogar y con necesidades básicas insatisfechas. Las vías de comunicación podrían quedar bloqueadas, dificultando la llegada de asistencia externa y la evacuación de las personas atrapadas.

La presencia de más de 30,000 personas viviendo en zonas de alto riesgo de inundación complicaría aún más la situación. La falta de infraestructuras adecuadas para refugio y evacuación dificultaría la respuesta y la asistencia a los afectados. Además, la insuficiente experiencia de la ciudad en enfrentar un huracán de esta magnitud agravaría la capacidad de la comunidad para tomar decisiones informadas y coordinar una respuesta efectiva.

Al carecer de un plan de contingencia y la escasez de recursos humanos, equipo y fondos económicos para responder a una emergencia de esta magnitud tendrían consecuencias graves. La incapacidad de coordinación entre las autoridades locales, regionales y nacionales dificultaría la implementación de medidas de rescate, ayuda y recuperación oportunas. La ausencia de protocolos de seguridad para eventos de estas dimensiones también pondría en riesgo a los equipos de rescate y a aquellos que intentan ayudar a los afectados.

Además del daño a la infraestructura, las viviendas, hoteles y espacios públicos, tenemos la amenaza de la estupidez y codicia humana, que aprovecharía el caos para llevar actos de rapiña y vandalismo, como lo vivimos durante el Odile.

Esta ciudad la hemos construido de espaldas a la realidad, ignorando que más temprano que tarde enfrentaremos la furia y la venganza de la naturaleza por haber ignorado sus leyes más elementales.

De frente a este panorama desolador solo nos queda empezar a considerar seriamente qué haremos cuando esto pase. De la misma forma que toda la CDMX, realiza simulacros de terremoto, debemos implementar ejercicios que involucren a autoridades de los tres niveles de gobierno y la sociedad civil para poder dar una respuesta medianamente adecuada.

Esperar a que pase lo peor y no hacer nada, es un acto de negligencia criminal.

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Curcly
1 month ago

Simulacros? Interesante propuesta. Voluntad del PUCHA? NO CREO. Tu inquietud también yo la tengo. Sin pedirle mucho a este gobierno en lo que debería de hacer y trabajar hacia sus gobernados en un 60%, solo hace el 1% y es mucho. Una desgracia