Hace unos días me pidieron enviar una colaboración a cierto portal de noticias digitales. Entonces, me dispuse alegremente a darle de teclazos a la laptop. Y tal como me pasa con harta frecuencia, en cierto momento se me quedó la mente en blanco. De plano ya no le pude seguir, no encontraba el camino para concluir el hilo de mis ideas sin que pareciera una soberana tarugada.
Pues ahí les voy, que me meto a la plataforma de Inteligencia Artificial, Chat GPT, y le pido que me de varios ejemplos sobre lo que yo estaba tratando de razonar.
Para mi sorpresa la máquina se soltó presentando argumentos que ni de lejos se me hubieran ocurrido, poniendo con una brillante sencillez las cosas y siguiendo una lógica tan clara y definida que me quedé en el asombro completo.
¿Meh? Pensé para mis adentros. Fíjate nada más que maravilla. Y yo quebrándome la cabeza queriendo escribir por mi cuenta.
Así que ni tardo ni perezoso, cual, si fuera Yazmín Esquivel, la ministra plagiaria, pues me puse a copiar y pegar. Y tan fresco como una lechuga hidropónica terminé mi tarea en menos de lo que se los cuento.
Pero una vez que revisé el texto copiado con más calma, noté que adolecía de varios errores gramaticales, repetía palabras sin necesidad, sonaban confusos algunos conceptos y el estilo de redacción no me convencía.
Total, que terminé desechando lo que la mentada Inteligencia Artificial me había entregado y la emprendí a escribir a mi libre saber y entender.
Concluido mi texto, le pedí a la máquina que lo revisara en busca de inconsistencias, faltas de ortografía o gramaticales y que valorara la calidad de la redacción.
Doña inteligencia artificial, me calificó con una palomita, y me dio por bueno mi editorial.
Aunque debo de reconocer que algunas de las ideas centrales de lo que había escrito no fueron de mi autoría, sino que eran producto del razonamiento de la computadora.
Creo que, en un acto de total honestidad intelectual, en lo sucesivo cuando escribamos deberemos señalar si alguna idea o párrafo no es producto de nuestro pensamiento, y le demos el crédito a la Inteligencia Artificial, tal como se debe hacer siempre que se cita a otro autor.
Todo lo anterior me dejó pensando sobre lo que nos espera con esta tecnología.
Y como ustedes saben, el cerebro es un músculo que se fortalece a base de utilizarlo y ejercitarlo con desafíos continuos y debe alimentarse de nuevas ideas, conceptos y procesos mentales que nos permitan ampliar nuestro rango de referencias para que nuestras conclusiones y razonamientos sean medianamente congruentes y acertados. Pero lo que eventualmente nos podría ir pasando, si dejamos que las máquinas piensen por nosotros, es que poco a poco nos vayamos haciendo flojos y descuidados mentalmente y cada vez con mayor frecuencia busquemos que las máquinas nos resuelvan la vida.
Y esto mis queridas lectoras, amigos, será un enorme retroceso en nuestro proceso evolutivo como especie. Al final del día, un cavernícola correteando a un mamut para la cena tendrá un nivel de inteligencia superior al nuestro.
Terminaremos siendo imbéciles, en toda la extensión de la palabra, pero eso sí, muy modernos.