Al igual que muchos de ustedes, -queridos y finos lectores que prefieren perder su tiempo leyendo estas líneas en lugar de ponerse a hacer algo más productivo-, yo soy visitante asiduo de multitud de médicos.
Tengo en mi lista galenos de todas las especialidades; urólogos, (saludos Dr. Alcázar) nutriólogos, cardiólogos, terapeutas físicos, oculistas, de los que atienden asuntos de los ojos, internistas, neumólogos, dentistas, neurólogos, quiroprácticos, dermatólogos, traumatólogos, curanderos, yerberos, homeópatas, acupunturistas, radiólogos, psicólogos y uno que otro charlatán que no es médico, y ¡qué bien actúa como tal !
En fin, la lista es larga, y lo más curioso del caso es que la mayoría de mis padecimientos son crónicos, incurables e imaginarios producto de mis delirios. Pero estos achaques son una excelente excusa para liberarme de ciertas labores domésticas, como cargar los garrafones de agua o subirme a la azotea de la casa a revisar que hay en el tinaco. -No vaya a ser el caso que me de un mareo y me venga de cabeza del segundo piso a dar con mis 106 kilos de humanidad en la banqueta-.
A lo largo de 20 años de ir de consulta en consulta y de pasar de un hospital a otro he llegado a la conclusión de que entre los médicos hay de todo. Unos muy buenos y atinados, certeros en el diagnóstico y el tratamiento. Otros que no me explico cómo siguen ejerciendo la medicina y que les iría mejor vendiendo autos usados, además de que están los que tienen una caja registradora en el consultorio para cobrar hasta por el saludo y no ha faltado aquel que a la hora de sacar las cuentas ha sumado incluso la fecha de la receta.
Pero no vengo ahora con ustedes a quejarme, la verdad es que debo de estar agradecido con la inmensa mayoría de mis doctores. La prueba es que a pesar de que en ocasiones me he visto muy mal, sigo aquí vivito y coleando y dando mucha lata y de qué hablar.
A lo que voy, es que estoy seguro de que, dentro de poco tiempo, quien nos habrá de consultar para la cura de nuestros males, será un robot. Dotado de inteligencia artificial, y a distancia, a través de una aplicación instalada en nuestro celular.
De esta forma con un escáner en el teléfono podrá hacernos desde un ultrasonido hasta una radiografía. Con él podremos tomar muestras de sangre y orina, entre otros análisis, en tiempo real y obtener los resultados en minutos. Y esto que les anticipo no crean que es producto de mi imaginación alterada por alguna sustancia psicotrópica.
Solo piensen en la capacidad que están teniendo estas maravillas tecnológicas para procesar millones de datos en fracción de segundos. Y la forma tan certera en que podrán establecer una relación de causa y efecto entre nuestros síntomas y la enfermedad que padecemos.
Y más importante aún será el hecho de que a la máquina no le podremos mentir como lo hacemos con los profesionales de la salud.
Pese a todos los adelantos científicos y médicos hay una especialidad de la medicina que no podrá ser reemplazada por ningún robot.
Esta es la de los brujos, chamanes y curanderos.
Nada hay más eficaz que le hagan a uno una limpia, y le saquen los malos espíritus y los demonios del cuerpo a golpe de ramas de ruda, ortiga y epazote en un temazcal. Mientras se mastican unos hongos sanadores. -Eso dicen-