Visto de fuera, ante los ojos del mundo, México luce como un país habitado por unos salvajes que protagonizan actos de una barbarie y una crueldad inmisericorde que hacen palidecer a otras naciones menos desarrolladas.
Eventos vergonzantes como el que presenciamos el domingo 6 de marzo en el estadio de futbol La Corregidora en Querétaro. La escandalosa cantidad de feminicidios cometidos cada día, los cientos de miles de asesinados, los miles de desaparecidos donde se cuentan mujeres, niñas y niños. El huachicoleo, y la abrumadora cantidad de delitos que ocurren cada año en este país, quedando la inmensa mayoría de estos impunes.
De acuerdo con datos del INEGI, en su Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) se da a conocer la percepción de la población sobre la seguridad pública. En diciembre de 2021, 65.8% de la población de 18 años y más consideró que es inseguro vivir en su ciudad.
Durante 2020 se estima en 21.2 millones el número de víctimas de 18 años y más que padecieron algún acto delictivo, lo cual representa una tasa de prevalencia delictiva de 23 520 víctimas por cada cien mil habitantes. El 28.4% de los hogares del país contó con al menos un integrante víctima del delito. En 93.3% de los delitos no hubo denuncia, o bien, la autoridad no inició una carpeta de investigación, lo que se denomina cifra negra. ( comunicado de prensa núm. 532/21 22 de septiembre de 2021 página 1/3 Inegi.)
Esta vorágine de violencia y descomposición del tejido social en muchos estados del territorio nacional tiene sus raíces en los diferentes gobiernos que durante los últimos 22 años se han sucedido unos a otros sin que hasta la fecha se vean signos de mejoría. Sin distingo de siglas o colores todos los gobiernos han fracasado en poder contener la escalada criminal en todas sus modalidades a lo largo y ancho del suelo azteca.
Lo que nos lleva a pensar que algo está muy mal dentro de una parte de la sociedad mexicana.
Definitivamente que el tema es complejo en extremo y sería un desatino mayúsculo pensar que todo lo que pasa recae en la responsabilidad de las autoridades actuales.
Son décadas de injusticias, abusos, corrupción e impunidad las que han marcado a nuestra sociedad y permitido que el estado de derecho en nuestro país sea solo una figura ficticia.
La cultura del que no tranza no avanza está profundamente arraigada en la conciencia colectiva nacional en todos sus niveles y estratos sociales.
El refranero popular abunda con dichos que justifican estas conductas delictivas como aquello que reza, “Gringa, gringa, el que se apendeja se chinga” o aquel que pregona “ desde que el mundo es mundo los más vivos viven de los más pendejos” y no podemos dejar de mencionar el que dice, “Ay diosito, si no te pido que me des, nomás ponme donde hay”. Y así podemos seguir hasta el infinito y más allá.
Pero la verdad es que está de ponerle los pelos de punta a uno con lo que pasa en ciertas regiones de nuestra amada y sufrida patria.
¿Qué es lo que pasa por la cabeza de miles de mexicanos que cometen cualquier cantidad de delitos comunes, crímenes atroces y un sinfín de pillerías?
¿En verdad el tema de la corrupción y la predisposición a delinquir está grabado con fuego en el subconsciente colectivo de una enorme parte de la sociedad mexicana que además no hace distingo de clases sociales, grado de educación académica, origen étnico o creencias religiosas?
Algo está muy mal con esos mexicanos que nos llenan de oprobio y que mantienen a nuestro país disputando los primeros lugares a nivel internacional en materia de inseguridad y violencia.
Se tienen que tomar medidas drásticas y eficaces pronto, para contener la delincuencia antes de que entremos de lleno en “la ley del revólver”.