Si hay algo que sin duda nos da identidad nacional a los mexicanos, eso son los tacos.

Gobernantes y taqueros

Si hay algo que sin duda nos da identidad nacional a los mexicanos, eso son los tacos. Los hay de todos tipos. calidades y sabores. Los tacos como el universo son infinitos.

Ricos y pobres, pasando por todos los estratos sociales, sucumben diariamente a la tentación de comerse unos buenos tacos.

La Real Academia de la Lengua, define al taco como ; Tortilla de maíz enrollada con algún alimento dentro, típica de Mexico  

Esta lacónica definición, encierra mucho más y tiene profundas raíces en nuestra historia pues nos viene desde los tiempos en que seguramente los pueblos originarios ya se preparaban un buen taco de trompa, de mamut, hará apenas unos diez mil años.

Pero el tema que nos ocupa hoy tiene que ver con otros asuntos, y se trata de la analogía entre los deliciosos tacos elaborados por los buenos taqueros y los gobiernos, entendidos estos como unidades de administración de los recursos públicos de una comunidad o una nación.

Para que un taco, independientemente de cuál sea su contenido, se considere como bueno, tiene que reunir ciertas características elementales. Para comenzar diremos que el taco se compone de tortilla, el contenido, las salsas y los agregados, típicamente, cebolla y cilantro picados. Las variables son innumerables, según la región y los usos y costumbres locales.  

Pero estarán de acuerdo conmigo, estimados y escasos lectores que, si alguno de los ingredientes falla, el taco se arruina en su conjunto. Si la tortilla no está en su punto, el taco, todo, perdió su atractivo, lo mismo pasa con el relleno y hasta las salsas. Es por eso por lo que no cualquiera es buen taquero

Así sucede tambien con los gobiernos.

Pongamos el caso de una administración municipal cualquiera. Tenemos al presidente municipal que sería en nuestro caso el taquero. El cabildo, y todas las dependencias municipales forman el conjunto del taco, pero además están otros ingredientes, la salsa y el resto de los condimentos, como pudieran ser la rendición de cuentas, trasparencia, buenas prácticas de gobierno, así como eficiencia y mesura.

Por ello esperamos que quienes nos gobiernan sean buenos taqueros que seleccionan cuidadosamente todos los ingredientes y estén pendientes de que cada uno de ellos se encuentre en su punto, higiénicamente elaborados, ni salados ni desabridos, ni crudos ni excesivamente cocinados.

Como vemos, no solo es tortilla y carne lo que distingue a un taco de excelencia.

Igual ocurre con quien gobierna. Este debe vigilar que sus funcionarios se desempeñen con honestidad, eficiencia y diligencia. Que sus programas y políticas públicas sean ordenadas, productivas y austeras. Evitar que el manto de opacidad y falta de transparencia empañe su buena labor. Y que los resultados de su gestión hablen por sí mismos.

Al final solo podremos saber si el taquero es bueno, cuando hayamos comido nuestro taco.

Gobernar no es tarea fácil, menos aún, gobernar bien.

Y como está visto, al buen taquero le sobran los elogios.

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