Llegar a esta etapa de mi existencia, después de todo lo que he pasado, es para mí, una verdadera proeza.

60 años, hora de hacer inventario

Mañana 16 de marzo, si el creador del universo y de todas las bestias, me lo permite, estaré celebrando mis primeros 60 años de vida.

 Llegar a esta etapa de mi existencia, después de todo lo que he pasado, es para mí, una verdadera proeza. En el camino hacia esta edad, varias veces tuve que dejar plantada a una simpática y elegante dama, que alegremente me había citado para que la acompañara al más allá, pero como yo soy todo un caballero, con mucha propiedad y educación la mandé al carajo y le pedí que se llevara a otro más resignado que yo, y parece que así lo hizo y se ha entretenido llevándose antes, a varios amigos míos, con la promesa de que más temprano que tarde vendrá por mí, para que les haga compañía.

Llegado a este punto, yo estimo que me quedan todavía otros 40 o 50 años más por vivir, – ya me conocen ustedes como me las gasto en eso del optimismo- y calculo que estaré pasando a mejor vida por allá del año, 2059, a un siglo de mi nacimiento. Espero que para esas fechas todavía exista el mundo y no lo hayamos acabado de destruir. Y también me dará harto gusto celebrar mi cumpleaños número 100, con ustedes, están invitados, a ver si no me pasa lo que a Rubí en sus XV, por andar de hocicón.

Y ya metido en gastos, y empezando a prepararme para esta nueva etapa del viaje, obligado es, que antes de emprender la travesía haga una especie de revisión mecánica profunda para ver cómo anda el vehículo con el que pretendo seguir el viaje, que es mi cuerpo.

 Hablando de esto puedo decir sin falsas modestias que realmente para ser modelo 1959, no estoy tan mal. De vista ando más que regular, puedo leer casi todo sin necesidad de anteojos, incluso le leo las intenciones a los granujas que pretenden estafarme de tiempo en tiempo.

 Aunque algo ralo y en franca retirada, todavía conservo pelo sobre la cabeza, es cierto que me faltan algunas palmas en la palapa, pero para cuando ya me brille el cráneo, pues el uso de un discreto peluquín tal vez sea aconsejable. En asuntos de males y enfermedades, me defiendo bastante bien, lo más molesto tal vez sea eso de checarse la próstata, no entiendo todavía por qué mi urólogo de cabecera, el Dr. Alcázar, insiste en que tiene que ser una revisión semanal.

De los demás órganos, corazón, pulmones, hígado, buche y tripa todo está en orden y al punto, si acaso necesito una ajustada de mofle.

Como podrán ver mis queridos y rarísimos lectores, excepción hecha de los 20 kilos de manteca que traigo de más y mal repartidos creo que bien me puedo aventar medio siglo más de vida sin mayores complicaciones, si manejo con cuidado y por el carril de baja velocidad y no cometiendo más excesos que los que las obligaciones conyugales exigen.

Si tengo que hacer un balance de cómo me ha ido en estas décadas, pues ni para que quejarme, mi Dios, que es un personaje misterioso, tiene por costumbre, someterme a prueba y de tiempo en tiempo – pienso que solo por diversión-, me pone en aprietos de todo tipo, esperando que salga airoso de tales desafíos, lo que ocurre las más de las veces. Y andando en estos trances, hace 40 años aprendí, por las malas, que todo tiene un lado positivo, sí se le busca, y con eso me quedo.

Ahora que ya puedo presumir que soy sexogenario, ¿así se les dice, cierto? tendré que reclamar mis derechos de adulto mayor, podré estacionarme impunemente en los espacios reservados para discapacitados, solicitar descuento en los establecimientos comerciales, espero que esto aplique también, en aquellos donde hay exhibiciones de gimnasia en tubo fijo y reclamar que me cedan el asiento en el metro de la CDMX.  ¡Ah y por cierto, ya puedo pedir mis 800 pesos mensuales de ayuda por ser viejito! Los que pueden servirme para teñirme las barbas.

Ahí tienen ustedes, mis bisoños compañeros de viaje, estoy de lujo, y listo para seguir la parranda. Eso, sin mencionar que mis encantos personales, carisma, simpatía, buena apariencia, sex appeal, gracia al andar y elocuencia sin fin, con los años se me han acentuado, “y miren ustedes que yo no soy nada vanidoso, aunque Dios sabe que me sobran razones para serlo”

P.D. Qué decepción, me acaba de corregir mi editor y me dice que se consideran personas de la tercera edad a partir de los 65 años, y que deje de andar reclamando privilegios que no me corresponden.

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