Hace unas semanas me fui a dar una vuelta por la hermana república de Yucatán, en compañía de mi mujer quien realmente me tiene en gran estima y ha estado dispuesta a compartir conmigo, mis ocurrencias y mis desplantes de diva desde hace veintiséis años. Estuvimos en la capital del estado, Mérida, de jueves a domingo. Nos hospedamos en un céntrico hotelito, el María del Carmen, el cual contratamos por internet y que en la publicidad de su sitio web, las fotos parecían las de un hotel de 5 estrellas, pero ya en la realidad, a duras penas alcanzaba, las 3 y una de ellas a punto de caérsele. Pero estuvo bien, muy limpio el establecimiento, medio anticuado y mal hecho, pero cumplió a cabalidad con su cometido de brindarnos posada, máxime para mí, que soy un viajero acostumbrado a dormir hasta en el piso de la sala de espera de urgencias, de cualquier hospital público, usando la mochila como almohada y tapándome la cara con el sombrero.
Yo ya había estado antes en esta ciudad, allá por el año de 1978, si no me falla la memoria, mis recuerdos quedaron ligados a un pan que se elabora en tierras meridanas, que se llama hojaldre, y es precisamente eso, un pan hojaldrado dulce relleno de queso y jamón, una verdadera exquisitez, una de las muchas que solo la” Ciudad Blanca” te puede ofrecer. Eso de ciudad blanca no vayan a pensar ustedes que le viene por el color de sus casas o la limpieza de sus calles, sino porque los conquistadores españoles, decidieron que en ella solo habitaran blancos, a los mayas se les relegó a vivir en otras poblaciones vecinas. La ciudad se fundó en 1542, por Francisco de Montejo teniendo como primeros pobladores a 70 familias españolas y 300 mayas.
En esta fantástica ciudad, coexiste con mucha fuerza, la influencia de los dos imperios, el maya y el español, salpicado con elementos de la cultura y gastronomía libanesa, la cual se generó a partir de la inmigración de ciudadanos del medio oriente a mediados del siglo XIX, quienes llegaron a la península yucateca en busca de una vida mejor y acabaron fundiéndose con la población local. Es por esto, por lo que podemos encontrar, todavía en carne viva, de cada grupo étnico, ingredientes de su cocina, cultura y tradiciones como partes de un todo que armoniza creando un mosaico social excepcional.
La ciudad es muy limpia, las calles del centro están llenas de gente de muchos lugares, hace 40 años cuando yo fui por primera vez, predominaban los descendientes de los antiguos mayas, ahora está más mezclada la ´población, pero Mérida es uno de esos lugares, que tiene sabor propio, identidad y cohesión social, la gente viste con mucho orgullo su ropa típica, es frecuente ver a las mujeres con sus huipiles blancos, muy limpios, con bordados multicolores, los hombres lucen sus guayaberas, y también denotan gran pulcritud.
Esta ciudad, colocada en el primer lugar, entre las 10 mejores del país para vivir es un tributo a la historia, la gastronomía, la cultura y la tranquilidad. Rodeada de atractivos naturales y arqueológicos ofrece un sinfín de oportunidades para adentrarse en un mundo que en algunas partes parece detenido en el tiempo, muchísimos lugares conservan sus nombres originales en maya, lo mismo que gran parte de la población sus apellidos, según el Instituto Nacional Electoral, INE, el apellido más común en Yucatán es Chan, el segundo Pech y en tercero Canul, en parte, esto ocurrió así, porque los mayas de Yucatán fueron el grupo étnico en América Latina que se resistió por más tiempo a la conquista de los españoles, el ultimo bastión rebelde cayó en 1697, casi dos siglos después de los primeros contactos con los ibéricos. Teniendo a la selva como refugio los antiguos mayas se internaban en ella para escapar de la integración forzada a la que pretendían someterlos los españoles lo que les dio oportunidad de conservar mucho de su cultura, lengua y costumbres. Actualmente el 52 % de la población del estado de Yucatán es indígena maya.
¿Y de la comida yucateca que podemos decir? Nos llamó mucho la atención, que la población en su dieta diaria come lo mismo que se les ofrece a los turistas como platillos típicos: salbutes, panuchos, relleno negro, brazo de reina, cochinita y pollo pibil, papadzules, sopa de lima, queso relleno, poc chuc y muchas otras deliciosas viandas, la gente sencilla del pueblo disfruta cotidianamente de estas recetas inigualables.
Amigas, amigos, si no han tenido oportunidad de conocer Mérida, no pierdan la ocasión de hacerlo, es una experiencia única, quedamos mi amada y yo de volver a la primera provocación. Les recomiendo conocer Celestún, que es la laguna de los famosos llamingos rosados, un espectáculo incomparable, así mismo vayan al mercado Lucas de Gálvez. Podrán entrar en contacto con la esencia de la población local y sus formas de vida.
En una próxima entrega espero seguirles compartiendo nuestra experiencia, por las increíbles tierras yucatecas.