En estos días, el tema del agua potable se ha puesto nuevamente sobre la mesa

Hablando de tigres

Poco a poco, los cabeños, los naturales y los adoptados, empezamos a tomar conciencia de en donde estamos parados y hacia donde nos dirigimos. Los errores que hemos cometido en el pasado, ya nos comienzan a estallar en la cara. Estamos llegando a un punto, donde tenemos que dar un golpe de timón y cambiar el rumbo de nuestra embarcación, de lo contrario entraremos en aguas tempestuosas, que podrían causarnos graves daños como destino turístico.  Detengámonos un momento a observar y pensar en lo que está delante de nosotros, queridos y cada vez, menos lectores.

En estos días, el tema del agua potable se ha puesto nuevamente sobre la mesa y ha sido motivo suficiente, hasta para la organización de un FORO DEL AGUA PARA EL MUNICIPIO DE LOS CABOS, organizado por la COPARMEX, bajo la coordinación del Dr. Ramon Ojeda Mestre, la semana pasada. La discusión en ese encuentro de la sociedad con autoridades municipales, entrantes y salientes giró, en torno a las diferentes formas en que podemos conservar este recurso vital e incrementar su disponibilidad.

 Encontrar soluciones a esto, requiere de la conjunción de enormes esfuerzos que involucran a la población misma junto con las autoridades de los tres niveles de gobierno y todos los sectores productivos del municipio. Y no solo es el agua que consumimos, sino la forma en que la tratamos cuando la desechamos. Que dicho sea de paso, aquí, en nuestra ciudad, es un grave problema.

Otro de los grandes asuntos que nos agobian y es recurrente, crónico e irresoluto, es el referente a los espacios geográficos que reclaman los habitantes para su crecimiento futuro y el reordenamiento urbano de la ciudad, en donde urge aumentar la oferta de escuelas, hospitales, espacios recreativos y culturales y sobre todo, vivienda para miles de personas que no tienen prácticamente nada y sobreviven como parias, literalmente.

San José del Cabo y Cabo San Lucas, como ciudades, en sí, fuera de la zona centro, no tienen ningún valor turístico, en absoluto. Están sucias, mal diseñadas, sin definición arquitectónica, con una imagen urbana fatal, anárquica y carentes de cualquier atractivo, llámese museo, sitio histórico, monumento o lo que sea que llame la atención, de alguien más, que no sean los reporteros, que acuden a alguna colonia, cada vez que ocurre un derrame mayor de aguas negras, un incendio o un hecho catastrófico. En resumen, podemos afirmar categóricamente que, nuestras ciudades, en el único lugar donde podrían figurar dentro de los primeros lugares, es en la lista de las ciudades más sucias, feas y desordenadas del país. Francamente, no tenemos mucho que presumir de esto, en las revistas de turismo. Al contrario, en algunos hoteles, invitan a sus huéspedes a mantenerse alejados de ellas, por su “seguridad”.

Si queremos insistir, en promovernos con el petulante nombre de destino turístico “PREMIER”, tenemos que hacer un esfuerzo real, por cambiar la ciudad, comenzando por limpiarla, por hacerla más segura, para propios y extraños, liberarla del azote de los derrames de aguas negras, dotarla de transporte colectivo nocturno, integrar a la población a obtener un beneficio tangible y directo del turismo más allá de los vendedores ambulantes de la playa que acosan inmisericordes, a los turistas. Por ejemplo; podríamos promover la instalación de un museo de las pinturas rupestres, en medio de la colonia Gastelum, en Cabo San Lucas, o un mercado de comidas típicas de diferentes regiones del país, en el asentamiento humano de La Ballena, en San José del Cabo, donde alrededor de estos atractivos se oferten también, artesanías, dulces regionales, etc. Todos ellos elaborados por productores locales. Y hacia allá podríamos llevar a los cruceristas, al turismo que busca tener contacto con el México real. Aprovechando las fiestas tradicionales como día de muertos, las posadas decembrinas o la Semana Santa. Incluso se podrían generar festivales, concursos y representaciones teatrales, que se vuelvan icónicas y atraigan mayor atención del turismo.  En fin, todo aquello que le abone a la promoción del destino que no solo sea solo la playa.

En este tipo de cosas, debería estar enfocada la imperceptible, Dirección de Turismo Municipal, trabajando de la mano con la Dirección de Cultura.

Esta sería una forma, práctica, sencilla y eficiente para ir mejorando la calidad de vida de nuestros habitantes, e integrarlos a la sociedad y hacerlos copartícipes de las bondades del turismo. En lugar de mantenerlos relegados.

Si seguimos pensando que lo único que podemos ofrecer como atractivo turístico son hoteles de lujo y playas soleadas, estaremos cavando la tumba de este destino.

Detrás del corredor turístico, hay miles de personas privadas de lo más básico y elemental para vivir y que no tienen nada que perder; que no se sienten parte de esta comunidad y que poco a poco van acumulando odio y resentimiento social.

No vaya a ser que un buen día se harten de nosotros y nos cobren la factura por ignorarlos, por despreciarlos y mantenerlos marginados. Ya ha pasado en otros tiempos y otras latitudes, no es ciencia ficción social, ni una distopia.

Este, si es un tigre muy peligroso. Que ya se ha comido a quienes lo han ignorado.

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