Bobby García
Santa Rosalía y su tiempo. (III y último)
Quién no recuerda –de los viejos- los escalones de “la Morelos” o sección 117, cuando los subía para buscar la novia o una conquista. Aunque cabe aclarar que había una cierta división de clases entre los que iban a esos bailes y los que iban a los de La Progreso. Las jovencitas que se recostaban en el barandal de La Morelos, que daba a la calle Obregón, miraban a muchachitas que pasaban de largo para entrar a la Progreso, se codeaban y decían “mira allí vienen las cremitas, van al otro baile”. Y tal vez tenían razón ya que los bailes de la Morelos, muchos terminaban en batallas campales. La dirigencia sindical de la 117 se significó por “defender” los derechos de los trabajadores de la fundición y los talleres; nunca apoyaron a los mineros a los que llamaban “libres” que dependían de un poquitero, no de la empresa. El secretario general tenía asegurada la chamba de síndico en la siguiente administración municipal. Ahora es el sindicato de burócratas el que asegura una regiduría. Seguramente que algunos trabajadores de la sección fueron un poco demócratas sin compartir a cabalidad el charrismo sindical. Pero la historia de la 117 está ligada al charrismo sindical encabezado por Napoleón Gómez Sada y su hijo. Un grupo de mineros, maestros y jóvenes defendimos por más de diez años los derechos mineros. Ataqué sin descanso la sección sindical en mítines y en un periódico que editamos. Un dirigente sindical en la década del setenta me invitó a una asamblea; subí al templete, hablé y los sindicalizados en su inmensa mayoría ni se inmutaron. En el mismo templete concursé en el certamen territorial de oratoria, concurso que gané. La dirección estatal de la CTM invitó a una reunión popular en el edificio sindical; asistí acompañado por una treintena de mineros y maestros. Cuando me mira el dirigente vitalicio Gilberto Márquez Físcher, me invita a acompañarlos en el presidium. No, muchas gracias, le contesté, no me vayan a confundir con ustedes. Márquez Físcher fue tres veces diputado local, así de robusta estaba la corrupción sindical, igual que ahora. Pero también en la 117 me tocó escuchar dos veces a Amado Moreno, que tenía una voz privilegiada e interpretaba canciones como La Negra Noche, Granada y otras.
La Morelos debe haber sido el local que sirvió para muchos amores juveniles que bajo el influjo de la música del Charo, se comprometieron y se casaron. Para los viejos militantes de la vida, la Morelos fue, más que sección sindical, la convocatoria para la pachanga de los bailes de los sábados, tomar cerveza en la barra de afuera y mirar por las ventanas a las parejas que bailaban y arrullar con los ojos a la joven con la que se pretendía bailar. Por eso la Morelos no se puede medir nada más con el traje del sindicato, no, la Morelos fue parte de la energía social de los viejos cachanías aunque en la Progreso se juntaran “los cremitas”.
Allí, en ese mismo templete me tocó escribir parte de la lucha social. Se informó que estaría en cachanía el candidato a la presidencia de la república, el licenciado José López Portillo, que ejerció el mandato de 1976 a 1982. En la entidad ya éramos “estado libre y soberano”; el gobernador era Ángel César Mendoza y el alcalde Sergio Aguilar Rodríguez. Mario Vargas era el “hijo recién inventado de la revolución”. Me entrevisté con los organizadores y les dije que hablaría en el acto del candidato. No, tú no puedes hablar, tú no eres priísta, me dijeron. (En esa década la lucha social que encabezaba trascendía la entidad). Sí voy a hablar porque si no me dejan no habrá acto porque tomaré la sección con unos 300 trabajadores. No les quedó de otra. En esa sección y en su templete hablé antes que Mario Vargas Aguiar, dirigente juvenil del PRI. Cuando ya se iba el candidato pidió el micrófono, otra vez, y se refirió a mi denuncia. Dijo que los mineros serían tomados como sindicalizados… una de mil mentiras. Mi correo: raudel_tartaro@hotmail.com
PASEMOS EL RUBICÓN: Como ven, el edificio que se quemó no sólo albergó la energía sindical sino la neurona popular. Me quedo con la historia real que me tocó vivir. ¿Pero qué sigue mientras el pueblo se nos sigue escapando entre la lumbre y la corrupción gobernante? Es obligación del gobierno una política pública que proteja la población de un catastrófico incendio. Deben colocar en cada esquina de los lotes un hidrante que esté alimentado por agua de mar, y mangueras muy largas, de varias pulgadas. Si en cada casa de las esquinas de los lotes se coloca un hidrante y se realizan simulacros esporádicos, los incendios podrán ser sofocados con rapidez y no sufriremos lo que hasta hoy se ha sufrido, porque el día que Eolo (Dios del viento) se una a Vulcano, la catástrofe será mayúscula. Alea Jacta Est 14-09-12. Mi blog: http://nivelcincuenta.blogspot.com
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