La Cara B / Presunto sicario

Vienen cuatro en línea, dos de ellos con brazos arqueados y pulgares apoyados en las cartucheras, los otros dos con fusiles apuntando al piso. Como salidos de una película de Vietnam, con trajes de camuflaje, avanzan hacía donde nos encontramos. Miran de reojo a las personas que se cruzan, en rápido análisis para determinar si son o no enemigos, si son o no son sicarios. Los transeúntes, prudentemente, les ceden el paso. Y es que, entre altaneros y sobrados, infunden respeto, y miedo. Se mueven como si andaran campo traviesa, en ejercicio de búsqueda de enemigos. Ocupando toda la parte central del andador de cerámica roja, desplazando a los bordes a los turistas, patrullan la Marina de Cabo San Lucas.

“Acaban de llegar de Tamaulipas, se les nota”, dice mi amigo en la puerta de su negocio, habituado a sus rondines y a sus puestos de seguridad. “En un mes se les pasa, y se la toman más ligera. El problema es que cuando ya los aclimatamos los cambian”.

Mi amigo no cree que los turistas se sientan más seguros al verlos; yo tampoco. Es probable que sea necesario el despliegue de fuerza para amedrentar a los posibles narcotraficantes que puedan acercarse a los turistas para ofrecerles marihuana, pero se me hace difícil pensar que a las ocho de la mañana, bajando de un crucero, los panzones sesentones que pasean por los muelles sean consumidores ávidos. En todo caso, podría resultar más peligroso el remedio que la enfermedad. Impresionan, infunden respeto y miedo, no seguridad. La pregunta obligada de mi amigo William, de vacaciones en Cabo por una semana: “¿están tan mal las cosas aquí para necesitar los <marines> en las calles?”. Me acordé del chiste de matar mosquitos con bazukas.

No quiero pensar que, en una desgracia irreparable, uno de estos testosterónicos representantes de nuestras fuerzas armadas, por error, confusión, accidente o sicopatía, le pegue un tiro a uno de los turistas que se mueven por los muelles de la Marina San Lucas. Entonces, si. Adiós turismo, y adiós Los Cabos.

Claro, siempre quedaría la posibilidad de convertir los hoteles en cuarteles. Como el Centro de Convenciones de Acapulco, que va que vuela para “Centro de Seguridad”  de la Secretaría de Marina, según nos informa hoy el periódico «Reforma».

http://www.noticaribe.com.mx/turism/2011/04/cambian-tianguis-por-bunker.html

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