Beodos a las doce del día, sexoservidoras a las cuatro de la tarde y travestidos al caer el sol

Iván Gaxiola

Es así como los bares de este tipo, en medio de la ciudad, afectan el ambiente propio, que debiera existir, de en una urbe organizada. Sin embargo, para la ciudadanía parece ser un mal necesario.
Es así como los bares de este tipo, en medio de la ciudad, afectan el ambiente propio, que debiera existir, de en una urbe organizada. Sin embargo, para la ciudadanía parece ser un mal necesario.

Los bares que se encuentran justo en el centro de la ciudad, convierten el panorama en un sitio de vicio y parranda. En la calle Revolución de 1910 existen tres bares que operan desde tempranas horas de la mañana hasta que el cuerpo aguante, así también en la calle Francisco I. Madero, a media cuadra de Revolución de 1910, pueden verse prostitutas,  travestidos y beodos a casi cualquier hora del día, tal como son comunes ya, las cachetadas nocturnas y las caídas en charcos antes de tomar un taxi con acompañantes fáciles.

Este fenómeno, que es permitido por el simple hecho de poseer un permiso para venta de licor, afecta a la comunidad de personas que frecuentan el centro de la ciudad, ya por trabajo, ya por esparcimiento. En ocasiones se pueden ver en las banquetas de la zona a niños y borrachines al mismo tiempo, la música sale de los bares con tantos decibeles como el mal respeto permita, el olor a cerveza tibia, noche encerrada de día y baños hasta el fondo oprimen a quien no aguanta la respiración al pasar por los dichosos bares. Se puede ver, todos los días, la actividad de la policía en medio de los transeúntes. Es típico ser testigo del sometimiento de un briago, ver a oficiales detenidos en medio de la calle haciendo preguntas a algún maltrecho en una esquina.

Uno de los bares colinda con la tienda Elektra y con una tienda de ropa; otro con una tienda de deportes y una zapatería, donde gran parte del calzado es para infantes; el tercero colinda con una expendedora de telas y una nevería. Es decir, limitan con centros comerciales familiares, deportivos y de esparcimiento.

Claro que hay dos caras en el asunto, algunos comerciantes de la zona, como Cristina, “La Güera”, que tiene un estanquillo en Madero y Revolución, discriminan la situación de los borrachos, pero dice: los que llegan ahí son albañiles de otra parte, imagínate que no hubiera esos lugares, nos violarían a todas. Los taxistas que trabajan en estas zonas platican: pues sí nos toca ver algunas cosas cabronas, pero pues, ora sí que es el hueso […] sí deja trabajar afuera de los bares.

Es así como los bares de este tipo, en medio de la ciudad, afectan el ambiente propio, que debiera existir, de en una urbe organizada. Sin embargo, para la ciudadanía parece ser un mal necesario.

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